Hoy he estado hablando con mi amigo Ángel Francisco y me comentaba lo bonitos que estaban los brotes verdes del cólquico que hay plantado en los arriates del Centro y me vino a la mente su poder como calmante para la gota y sus poderes tóxicos. También recordé el porqué de su nombre.
Ahí va lo que los antiguos contaban sobre él y otras cosas por el estilo.
El héroe Jasón, en su búsqueda del vellocino de oro, logró que la hija del rey de la Cólquide, en donde estaba depositado el mágico vellón, se enamorase de él. Era Medea, la maga, una hechicera que conocía todo tipo de pócimas y venenos, la sacerdotisa de Hécate.
El rey puso una única condición para que se llevasen su precioso tesoro, a todas luces imposible: Jasón debía uncir dos toros que exhalaban fuego y tenían las pezuñas de bronce, creaciones de Hefesto; arar con ellos el Campo de Ares en una gran extensión y luego, sembrarlo con los dientes de serpiente que le había dado Atenea. Jasón acabó esa jornada desmoralizado. Pero Medea había caído perdidamente enamorada de él, un joven, apuesto, extranjero y ajeno a todo su mundo, vamos como hoy en día.
A la mañana siguiente, Medea se comprometió de buena gana a ayudar a Jasón para uncir los toros que exhalaban fuego y conseguir el vellocino. Puso como única condición que ella volviera a Grecia como su esposa. El héroe juró que sería eternamente fiel a Medea. Ella le entregó un ungüentario que contenía una loción hecha con el zumo de color de sangre de azafranes de doble tallo caucasianos, que le protegería contra el aliento ígneo de los toros; esta flor poderosa nació por primera vez de la sangre del atormentado Prometeo. Ese era el κολχικόν, nuestro cólquico, la planta que procede de la Cólquide, el país de Medea. Jasón aceptó agradecido el frasco y, tras una libación de miel, lo destapó y bañó su cuerpo, la lanza y el escudo con su contenido.
Jasón hizo la tarea enterita.
Lógicamente el rey, estupefacto, y más que estaría después, no accedió a cumplir su promesa. Pero ya era demasiado tarde. Medea, condujo a Jasón y un grupo de sus compañeros al recinto de Ares, donde estaba el vellocino, guardado por un dragón repugnante e inmortal. Medea apaciguó al dragón silbante con encantamientos y luego, utilizando ramitas de enebro recién cortadas, le roció los párpados con gotas soporíferas. [Creo que si nos fijamos un poco en la etimología, Medea fue la primera en inventar algo parecido a la Ginebra, pues esta palabra procede de una forma acortada de la palabra enebro que en holandés es genever que a su vez procedente de la latina juniperus. Y parece ser que lo que le hizo al pobre dragón fue emborracharle con un alcohol aromatizado con enebro].
Jasón desató con cautela el vellocino del roble y todos juntos corrieron a la playa donde estaba el Argo, la nave en la que habían venido los Argonautas.
Bueno vamos a seguir un poco porque Medea conocía muchas más plantas.
A toda prisa los griegos salieron huyendo, pero las argucias de Medea no quedaron ahí. Había secuestrado a su hermanastro Apsirto y lo fue descuartizando pedacito a pedacito, para que los perseguidores colquídeos, con su padre a la cabeza, lo fueran recogiendo y así se demorasen en su persecución.
Después de otras aventuras y más desmanes ocasionados por Medea al llegar a Corinto, una vez muerto Pelias, el rey que había encomendado la misión del vellocino a Jasón, después de diez años de reinado el héroe ambicionaba un reino mayor y estaba decidido a dejar a Medea por Glauce la hija del rey de Tebas. Cuando la maga se enteró, fingió hacer un regalo de bodas que consistía en una corona de oro y una larga túnica blanca. Tan pronto como se los puso Glauce surgieron de ellos unas llamas inextinguibles que consumieron no sólo a ella sino también al rey. Después, dolida por el despecho de su marido, mató a sus hijos, sus propios hijos. Poco después huyó en un carro tirado por serpientes aladas con dirección a Atenas. Fue allí porque el rey de esa ciudad, Egeo, cuando en cierta ocasión se detuvo en Corinto, Medea le hizo jurar solemnemente que la ampararía contra todos sus enemigos si alguna vez se refugiaba en Atenas, y a cambio se comprometió a procurarle un hijo por arte de magia.
Una vez que huyó de esa forma tan, digamos moderna, llegó a Atenas y allí se casó con el rey Egeo, quien había tenido mucho tiempo antes un hijo llamado Teseo, al que creía muerto, puesto que pensaba que el Minotauro lo había matado. El rey confiaba con razón en que sus hechizos le permitirían engendrar un heredero. Y así fue, tuvieron un hijo, Medo. Pero, pasado el tiempo, cuando Medea vio llegar a Teseo a Atenas, que no había muerto, lo reconoció tan pronto como llegó a la ciudad y sintió celos por su hijo Medo, de quien se esperaba que sucediera en el trono de Atenas a Egeo. Convenció al rey, que no reconoció a su hijo, de que Teseo venía como espía o asesino e hizo que le invitara a un banquete en el templo del Delfín. Egeo, que utilizaba el templo como su residencia, le ofrecería entonces una copa de vino preparada por ella.
Esa copa contenía matalobos, veneno que Medea había llevado desde Aquerusia, donde salió por primera vez de la espuma mortífera que esparció Cerbero cuando Heracles lo sacó a rastras del Tártaro; como el matalobos florece en las rocas desnudas, los campesinos lo llaman ἀκόνιτον «acónito» que significa “sin polvo” —el acónito era un paralizante conocido, un puro veneno—. Pero Teseo desenvainó la espada para trinchar la carne y su padre lo reconoció e inmediatamente el padre le arrebató la copa de los labios y lo tiró por el suelo. Medea de nuevo escapó.
Y para finalizar algo de poesía sobre el cólquico. Como soy medio gabacho por parte familiar, ahí va eso:
Le pré est vénéneux mais joli en automne
Les vaches y paissant
Lentement s’empoisonnent Le colchique couleur de cerne et de lilas
Y fleurit tes yeux sont comme cette fleur-là
Violâtres comme leur cerne et comme cet automne
Et ma vie pour tes yeux lentement s’empoisonne
…
APOLLINAIRE, Alcools, Les Colchiques, 1913, p. 60.